viernes, 16 de octubre de 2009

EL RENACIMIENTO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVI

MANIERISMO. POESÍA RELIGIOSA
1. Introducción.
2. El Manierismo. Fernando de Herrera.
3. Poesía religiosa.
1. Introducción.
Para algunos críticos, la segunda mitad del siglo XVI supone la entrada en el segundo Renacimiento, llamado también "Manierismo". Asistimos a una ampliación (en temas y en recursos) del primer Renacimiento. El influjo de la Contrarreforma se deja sentir en la literatura. Se hará una literatura más compleja, más elaborada; se inicia el camino de una progresiva complicación -formal y de contenidos- que dará lugar a la poesía barroca.
La época de Carlos V había estado inspirada por los hombres de armas, por el humanismo europeo, por la influencia italiana, por la sátira erasmista, por el entusiasmo pagano y por los ideales de universalidad. En el reinado de Felipe II, que cubre casi exactamente la segunda mitad del siglo XVI, España se orienta por entero hacia la preocupación religiosa impulsada por la Contrarreforma, cuya postura en contra del protestantismo condiciona la política real de defensa y aislamiento, concentrándose España en sí misma para producir una cultura esencialmente nacional y católica. Las corrientes renacentistas anteriores no se pierden sino que se funden armónicamente con las tradiciones nacionales para forjar la síntesis personalísima que constituye la originalidad del Segundo Renacimiento español. En general, los estudios de historia literaria señalan para este periodo los siguientes rasgos:
- Un tono de gravedad se extiende a la literatura y las artes. Esta es la época de las grandes figuras de la ascética y de la mística. Hay un intenso proceso de “cristianización” en todos los órdenes de la actividad cultural y artística.
- La moda de la novela pastoril reemplaza la boga de las novelas de caballerías; el realismo de la novela picaresca queda interrumpido cuando Mateo Alemán saca a la luz el Guzmán de Alfarache en 1599, así como el teatro renacentista erasmista y paganizante.
- Renace la filosofía escolástica. La filología se dedica con preferencia a los estudios bíblicos y escriturarios; en este sentido cabe destacar la importante labor desarrollada en la Universidad de Salamanca, más concretamente, Fray Luis de León, en su condición de filólogo experto en lengua hebrea. En la época de Felipe II, el latín es desplazado como lengua de la ciencia por el español, gracias al esfuerzo de la Universidad de Salamanca. Ahí, el latín era, como en todas las universidades, no sólo la lengua de la cátedra sino también la que se imponía a los estudiantes; hasta que estos acabaron por oponerse a su uso, dirigidos por el maestro de Retórica, Sánchez de las Brozas (el Brocense) y el humanista y traductor de los clásicos Pedro Simón Abril. Numerosos escritores los secundaron, entre ellos el doctor Juan Huarte de San Juan (Examen de ingenios, Baeza, 1575); Fray Luis de León, quien luchó para conseguir que el español fuera admitido como lengua de Teología; Santa Teresa de Jesús; San Juan de la Cruz; Fray Luis de Granada y otros religiosos cuyas obras de ascética y mística se escribieron en legua vulgar por primera vez en Europa.
- La poesía se hace más severa y elevada en su contenido; y aparece poesía religiosa y la épica culta de tema nacional.
- Renace también la autoridad de la Poética de Aristóteles en lo que concierne a la disposición formal de las obras.
- Como ideal del estilo sigue manteniéndose la naturalidad y la sobriedad, pero con un mayor propósito de selección y depuración, no exento de una acentuada artificiosidad, como en la poesía de Herrera. En el terreno de la poesía lírica se observa que las formas italianas importadas por Boscán y Garcilaso se nacionalizan y empapan de contenido español, dando entrada a los temas religiosos y patrióticos, desconocida en la lírica pagana y humanista de los poetas del Primer Renacimiento. El tema amoroso continúa, sobre todo en Herrera, pero se espiritualiza merced al influjo de corrientes platónicas. Persiste la poesía popular y el gusto por los romances.
Este periodo ha sido designado como “Segundo Renacimiento”, pero también como Manierismo, especialmente por don Emilio Orozco, quien dedicó buena parte de su vida al estudio de la poesía lírica de estos años.
2. El Manierismo. Fernando de Herrera.
Siguiendo a Orozco (Manierismo y Barroco) podemos destacar algunos rasgos típicos del Manierismo:
- El Manierismo se caracteriza por su intelectualismo e individualismo, por una búsqueda de nuevas formas y la expresión de la belleza.
- Sus teorizantes dan prioridad a la imitación de los poetas clásicos sobre la imitación directa de la naturaleza.
- Su doctrina es básicamente clasicista; sus modelos teóricos básicos son la Poética de Aristóteles y Horacio.
- Se trata ante todo de una postura intelectual, esteticista y técnica que hará buscar a los poetas una consciente complicación y una mayor dificultad; esto es, el acomodamiento de la expresión poética a esquemas compositivos previos, a los que se les aporta mayor complejidad temática y mayor artificio poético. Buena prueba de este Manierismo es la moda de los sonetos pluritemáticos en los que el motivo principal queda en preterición, difuminado por los motivos secundarios.
2.1. Fernando de Herrera.
Vivía Sevilla por aquellos tiempos el momento de su mayor esplendor en todas las actividades profesionales y comerciales por el hecho de ser el centro financiero y organizador de las expediciones de comercio y conquista que partían a las Indias. Sevilla era la oficina rectora, el almacén y el banco de toda la empresa ultramarina. Así que la ciudad estallaba de vida, de movimiento, de gentes de toda condición que se afanaban por realidades muy concretas y sentían a la vez el orgullo patriótico de ser parte de la nación entonces más poderosa. Un incesante ir y venir de escuadras de guerra y de comercio persuadían a sus habitantes de que Sevilla era la verdadera capital del mundo.
Por esta razón, la literatura de esta ciudad tenía un contenido nacional muy intenso. El sentimiento por la patria predominaba sobre el aspecto religioso. Sevilla no tenía en ese entonces universidad pero sí tenía cenáculos culturales donde se reunían escritores, artistas, eruditos y otra gente profesional. Había además en la ciudad escuelas o centros de estudio particulares como la famosísima de Gramática y Humanidades del humanista Juan de Mal Lara y el Colegio de Maese Rodrigo de Santaella, donde estudió Herrera.
Fernando de Herrera fue el principal representante e inspirador de la poesía de esta época en Sevilla. Así que en torno al núcleo geográfico de esta ciudad destaca un grupo de poetas entre los cuales sobresalen los nombres de Francisco de Medina, Pablo de Céspedes, Pedro de Espinosa, Baltasar de Alcázar, Hurtado de Mendoza y Luis Barahona.
Pues bien, en Sevilla existía un círculo artístico y literario que se reunía en el palacio del conde de Gelves, en el que figuraban muchas de las figuras más conocidas de la vida cultural de la ciudad: Juan de Mal Lara, el pintor y poeta menor Francisco Pacheco, el historiador Argote de Molina, Juan de la Cueva y otros. La condesa de Gelves, doña Leonor de Milán, inspiró la poesía amorosa de Fernando de Herrera. Su amor puede haber sido en parte tema del convencionalismo cortesano, pero su poesía tiene resonancia de estilizada pasión y, en ciertos poemas, se representa a doña Leonor correspondiéndole en su amor. Parece que Herrera dejó de escribir poesía como tributo a su memoria, sólo publicó Algunas obras (Sevilla, 1582), único volumen de sus poemas publicado en vida. Una segunda edición fue publicada por el pintor Pacheco en 1619 (365 composiciones).
Según la crítica tradicional, Herrera representa la total nacionalización del petrarquismo y del italianismo introducidos en España por Boscán y Garcilaso durante el Primer Renacimiento. El sevillano da entrada a los motivos patrióticos y religiosos en su poesía, al lado de los eróticos y pastoriles del Primer Renacimiento. Hay énfasis, grandilocuencia, cultismos latinizantes, suntuosidad, opulencia verbal, complicación sintáctica, acumulación y brillantez de metáforas, elementos todos que anticipan el arte barroco.
El poeta sevillano, antes de su enamoramiento, fue atraído primero por la poesía heroica. Una de sus obras perdidas fue una Gigantomaquia, sobre la rebelión de los Titanes, y otra, una historia del mundo. Pero Herrera destaca por sus odas patrióticas: si Garcilaso, el soldado heroico del Emperador, embebido en su mundo pastoril, no escribe un sólo verso para cantar las glorias militares de su tiempo, Herrera, el clérigo sedentario, encarna poéticamente el ideal imperial de la España guerrera y religiosa y la interpretación providencialista de la monarquía española, convertida en brazo seglar de Dios para la lucha armada contra los enemigos de la cristiandad. Esta temática se observa en Canción por la batalla de Lepanto, Canción por la pérdida del rey don Sebastián, el poema dedicado a don Juan de Austria por su victoria contra los moriscos de la Alpujarra y Al santo rey don Fernando.
No obstante, su mejor poesía es la amorosa, inspirada en el lenguaje de Petrarca, aunque es perceptible la influencia de Ausías March, de los cancioneros y, por supuesto, en un lugar prioritario, Garcilaso de la Vega. Herrera le da con apelaciones variadas un nombre poético a la dama a quien se dirige: Luz, Lumbre, etc.; lo que le permite la misma clase de juego con las imágenes y la asociación que encontramos en Petrarca (Laura, l´aura, etc.). Luz puede ser asociada con el sol, con el fuego, con los cielos por lo general: se adapta al giro petrarquista y adquiere al mismo tiempo una significación cósmica. En este sentido, Emilio Orozco y la mayoría de estudiosos que después han analizado la poesía de Herrera comentan la novedad de cómo la naturaleza se adapta al estado de ánimo del poeta y aparecen paisajes desolados en tanto símbolo de su sufrimiento amoroso, lo cual llega a un alto grado de perfección en los sonetos.
Finalmente, cabe destacar que Herrera expuso su doctrina poética en su edición y comentario de Garcilaso: Obras de Garcilaso de la Vega con anotaciones (Sevilla, 1580). Estas “anotaciones”, aparecidas después de las realizadas por el Brocense, generaron una viva polémica en torno a la teoría y la práctica de la poesía en la segunda mitad del siglo XVI. Aunque el poeta sevillano declara su sincera admiración por Garcilaso, se muestra partidario de la creación de un lenguaje poético distinto del usual y enriquecido por una serie de elementos cultos (neologismos, hipérbato, alusiones mitológicas, metáforas audaces...). Esto es, un lenguaje sólo accesible para una minoría culta que fue interpretado por teóricos y poetas como una ruptura con el principio clasicista que exigía el equilibrio entre la forma y el contenido del poema. El caso es que Herrera, aún manteniéndose dentro de las coordenadas de la estética clásica renacentista abre un camino que años más tarde emprenderán abiertamente los poetas del Barroco.
2.2. La épica culta del Segundo Renacimiento.
La épica culta renacentista la forman una serie de poemas, más o menos extensos, que dedican sus versos a relatar las hazañas, verdaderas o legendarias, de héroes famosos de distintas épocas. Como es sabido, en la época de Carlos V, no se practicó la poesía épica, atentos los poetas a la moda bucólica y amoroso-petrarquista. En cambio, durante el reinado de Felipe II, lo épico adquiere un importante auge debido a unas fuentes de doble procedencia:
- De los clásicos grecolatinos se leerá, entre otros, a Homero, en versiones adaptadas y muy lejanas al original; a Lucano y, sobre todo, a Virgilio, cuya Eneida traducirá, en 1555, Gregorio Hernández de Velasco en octavas reales, estrofa en que se desarrollará la épica de este momento.
- De Italia llega lo que conocemos como canon de Ferrara, que es un modelo para la épica culta, en el que se incluyen hazañas fabulosas sobre héroes conocidos -a veces reales-, la dedicatoria del poema a un personaje o familia de la nobleza, etc. Las dos obras más importantes italianas fueron el Orlando furioso de Ludovico Ariosto, traducido al castellano en 1549 por Jerónimo de Urrea y la Jerusalén liberada de Torcuato Tasso.
Entre las primeras obras castellanas de interés, destacan el Carlo famoso (1566), de Luis Zapata y Los famosos y eroycos hechos (...) del Cid Ruy Díaz de Bivar (1568), de Diego Jiménez Ayllón, que pondrá de manifiesto cómo la épica española es más fiel a la historia que la italiana. Una de las dos obras maestras de este género fue Os Lusiadas de Luis de Camoens (1524-1579), escrita en portugués y editada en 1572. Canta las expediciones de ejemplares navegantes portugueses de fines del siglo XV y principios del siglo XVI, entre los que destaca Vasco de Gama. Con ellas entreteje el autor sus propias experiencias de marinero y episodios o intervenciones mitológicas que completan el sentido de la obra. El autor dejó además una extensa producción lírica en castellano que abarca diferentes géneros. El momento de su muerte marca la anexión de Portugal al resto de España para algo más de medio siglo, pero también la traducción al castellano de su obra capital.
Dos obras de importancia deben señalarse a lo largo de los años 80: La Austriada (1584) de Juan Rufo, que cuenta con rigor historiográfico las hazañas de Juan de Austria en Granada y en Lepanto, y, en segundo lugar, Las lágrimas de Angélica (1587), de Luis Barahona de Soto. Este último poema retoma los temas del Orlando furioso y trama una ficción -paralela a la de los libros de caballerías de esa época- llena de aventura y de sensibilidad. A ellas podría unirse el Montserrate (1587) de Cristóbal de Virués, mitad religioso y mitad épico.
Sin duda, la obra capital de la épica española es La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1595). Se publicó en tres partes, entre 1569 y 1587 y trata de la conquista de Chile por los españoles, en lucha con los indígenas americanos: los araucanos. Ercilla, que tomó parte activa en esas expediciones, no oculta su simpatía por los indios y añade a su poema episodios novelescos de amores o brujerías, resaltando el valor y heroísmo araucanos. También se revela como gran geógrafo, naturalista y persona de grandes valores culturales.
3. Poesía religiosa.
3.1. Introducción.
Fray Luis de León no es un caso aislado en el mundo universitario de Salamanca en el siglo XVI. Junto a él se encuentra un grupo de amigos y discípulos con intereses y gustos afines. Entre este grupo figuran nombres como Francisco Sánchez de las Brozas (el Brocense), Benito Arias Montano, Juan Almeida, Miguel Termón, Alonso de Mendoza, Basilio Ponce de León,... Todos trabajaron en traducciones de los clásicos, todos se aproximaron a la poesía y todos se intercambiaron sus producciones, puesto que deseaban desarrollar un ejercicio intelectual. Además de producciones que son juegos lingüísticos o alardes de ingenio, también trabajaron sobre una preocupación moral. Así que la crítica ha venido adscribiendo al grupo de poetas que vive y trabaja en Salamanca, además de Fray Luis, los nombres de: Francisco de Aldana, Francisco de la Torre, Francisco de Figueroa y de ¿Francisco de Medrano? al que algunos consideran como miembro del grupo sevillano, dado que nació en Sevilla.
3.2. Producción literaria de Fray Luis de León: obras en prosa.
Verdaderamente, el panorama de la producción luisiana no es excesivamente extenso, pero sí amplio y de variada temática. Aparte de las obras perdidas, abarca un reducido número de poemas originales en castellano, casi todos de gran calidad artística y de hondo contenido vital e ideológico; un poema latino, Te servante ratem, maxima virginum; diversas obras teológicas y exegéticas, también en latín; cuatro obras extensas en prosa; varios escritos breves y casi medio centenar de cartas.
Su primera obra en prosa fue la Exposición del Cantar de los Cantares, libro redactado entre los años 1561-1562, a instancias de la monja del convento de Sancti Spiritus de Salamanca, Isabel Osorio, después de haber consultado un manuscrito, también de explanación al Cantar, de Arias Montano. El propósito de esta traslación consistía en facilitar a la religiosa salmantina el acceso al texto bíblico.
Su obra mayor en prosa De los nombres de Cristo apareció en Salamanca el 10 de abril de 1583 y fue completada en 1585; la elaboró Fray Luis en su segundo período de encarcelamiento. El secreto del libro (al margen de la síntesis de su pensamiento bíblico, teológico y filosófico) estriba en la intimidad de la vida del hombre con la vida de Cristo. Lo que el autor pretendía era una obra que supliera en lo posible la lectura de los Libros Sagrados, prohibidos en lengua vulgar. Fray Luis quería ofrecer a sus lectores una introducción al pensamiento bíblico y patrístico, que sirviera como compendio del dogma, la moral y hasta la espiritualidad ortodoxa. Cristóbal Cuevas analiza con precisión cómo Fray Luis escoge para este libro el género de la prosa dialogada: tres frailes agustinos (Marcelo, Sabino y Juliano) que en la finca de La flecha conversan acerca de los Nombres de Cristo. A través de estos diálogos más ciceronianos que platónicos, no sólo expone Fray Luis una sugerente teoría lingüística del nombre, sino que además muestra su visión cristocéntrica del Universo, y una visión de la naturaleza enfocada desde un punto de vista espiritual y simbólico, como camino platónico hacia Dios, además del consabido tema de la evasión de la vida urbana (el tópico horaciano del Beatus ille).
La Perfecta Casada es la siguiente obra publicada de Fray Luis de León. Manual clásico de la mujer cristiana, sigue a una larga tradición de didáctica femenina. Esta obra expresa un pensamiento cálido y robusto acerca del carácter y del oficio de cada condición humana en la sociedad natural y legal. Se puede extraer de La Perfecta Casada una antología de sentencias y de vivaces y agudas impresiones sobre la vida familiar, la política, el derecho, el lujo de las damas y de los ricos, las condiciones de patronos y siervos, el mundo del trabajo en el artesanado y en el campo, todo esto sin perder el contexto bíblico. Es La Perfecta Casada el único caso en el que Fray Luis aplica por extenso la interpretación moral al texto bíblico, es el único texto del que disponemos para conocer la aplicación práctica del sentido moral a la Escritura.
La última obra en prosa conocida de Fray Luis de León es Exposición del Libro de Job (publicado en 1779) cuya génesis tuvo lugar en la cárcel. En su primera parte, Job se lamenta y protesta contra Dios, pero en los capítulos siguientes el discurso se templa en las acusaciones de Eliú, quien representa la razón humana; más tarde emerge la figura de Dios, quien al fin pone de manifiesto las maravillas de la creación. En el Job está presente el subfondo de los Nombres, el hecho en que Fray Luis funda su experiencia del no-ser, de la tiniebla, del mal, del pecado, del hombre de por sí destituido y perdido. Aparecen los sentimientos de tristeza y melancolía; la melancolía de Job es densa, continua. Así se demuestra la pesadumbre existencial de Fray Luis, pues es una obra autobiográfica.
3.3. Producción literaria de Fray Luis de León: obra en verso.
Pero Fray Luis es -sobre todo- un poeta, aunque para él la poesía no fuera algo fundamental, pues, en un ejercicio de humildad o tal vez del recurso retórico de captatio benevolentiae, llegó a decir lo siguiente:“Entre las ocupaciones de mis estudios, en mi soledad, y casi en mi niñez, se me cayeron como de entre las manos estas obrecillas, a las cuales me apliqué más por inclinación de mi estrella que por juicio o voluntad”. Aparentemente, para él, la poesía es un escape, un refugio en sí mismo, un desahogo a veces. Pero, posiblemente, esa nada relevante motivación poética de Fray Luis sea la que haga que sus versos nos lleguen pausados, lentos, apacibles. Y todo ello se consigue elevar por encima de lo humano, a través de un lenguaje que intenta expresar fielmente sus ideas y sentimientos sobrenaturales, pero un lenguaje elaborado...“De las palabras que todos hablan, elegir las que convienen”, esto es, un proceso de selección que filtra la lengua común para darle un nuevo sentido y valor. Resulta muy difícil de creer la confesión de una poesía “caída de entre las manos”, cuando los modelos poéticos en que se basan las “obrecillas” fusionan con inigualable maestría la Biblia, Virgilio, Horacio, Píndaro, Garcilaso de la Vega, y también ciertos elementos del popularismo lingüístico.
El propio Fray Luis dividió sus poesías en tres apartados:
- las originales.
- las traducciones de poetas profanos.
- las traducciones o versiones bíblicas.
No se publicaron hasta 1631; las editó Quevedo, utilizando a Fray Luis como antídoto al culteranismo (dentro del marco de la endiablada lucha verbal que mantenían Quevedo y Góngora, cada uno con sus respectivos secuaces detrás). La edición de Quevedo no fue la mejor, por no utilizarse los manuscritos de Fray Basilio Ponce de León, que eran los más fieles. No será hasta fines del siglo XIX, cuando se haga una edición notable de sus poesías. La producción original de Fray Luis es muy breve, apenas unas veinte composiciones, de las que destacan las siguientes:
- Odas morales: La vida retirada, La noche serena, Oda a Felipe Ruiz, Oda a Salinas.
- Odas religiosas: En la Ascensión, la Morada del cielo, entre otras.
- Otras composiciones: como En una esperanza (escrita en la cárcel), A Elisa (versión cristiana del carpe diem) y La profecía del Tajo (sobre la pérdida de España por don Rodrigo).
Las odas de Fray Luis están cuidadosamente construidas. En ellas aparece una fusión perfecta entre el cristianismo paulino-agustino y el humanismo y diríamos que se presencia una analogía rítmica con las odas clásicas de Horacio y de Píndaro. Hacen juego las oposiciones fónicas y semánticas del movimiento y del éxtasis, la gracilidad y la fuerza, la flexibilidad y la solemnidad. Su rima es semántica y disimulada con extrema finura.
3.4. La lira, constante métrica en la poesía de Fray Luis.
Fray Luis de León vive literariamente a caballo entre Garcilaso de la Vega y Luis de Góngora; hay un importante aspecto que Fray Luis toma de Garcilaso; sabido es que éste introdujo en España, procedente de Italia, la forma estrófica de la lira, aunque él sólo la utilizara con ocasión de la famosa Canción a la flor de Gnido. Bien, pues será Fray Luis de León quien se erija en el prototipo de cultivador de la lira, una estrofa breve, condensadora, de contención. Esta misma estrofa pasará de Fray Luis a San Juan de la Cruz, en quien se espiritualiza al máximo. Posiblemente el arquetipo de lira en la poesía de Fray Luis de León, sea el que utilizó en la Oda a la vida retirada. Se trata de una oda en la que Fray Luis tiene como modelo próximo a Horacio (su Beatus ille), aunque no es tan cercana la imitación como en otros casos y respecto al mismo Horacio.
En el aspecto de la técnica compositiva de esta estrofa destacan los conocidos encabalgamientos de Fray Luis –que recuerdan a Píndaro, pero adaptados a la alternancia de endecasílabos y heptasílabos–, que contribuyen a crear una oscilación entre pausa y avance. Esta tensión entre el retraso y el avance impetuoso se resuelve y recomienza continuamente a lo largo de toda la oda. Por otra parte, la perfección compositiva, y en ello han coincidido Dámaso Alonso y Leo Spitzer, llega a su mejor dimensión en uno de los poemas menos estudiados de Fray Luis, porque no es de los más emocionales ni de los más espirituales. El tema, por contra, es de raíz española. La Profecía del Tajo, en donde se nos cuenta la historia de don Rodrigo, el último rey godo, que forzó a la Cava, tras lo que, el padre de esta, el conde don Julián, llama a los musulmanes para que le venguen; estos, venidos del Norte de África, destruyen el reino visigótico en la mítica batalla de Guadalete. Se trata del entronque máximo de Fray Luis con la historia y con la cultura españolas de la Edad Media, y ello, pese y junto a su saber clásico y bíblico.
Cualquiera de las Odas a Felipe Ruiz, la Noche serena, En la Ascensión, son composiciones conocidas por el mundo literario desde que Fray Luis las escribiera, aunque a él -como afirmó- "se le cayeran de las manos". Y quizá por ello, quizá por otra razón, la poesía de Fray Luis como dijo Dámaso Alonso: “[...] forma -junto a Garcilaso, Lope de Vega y Góngora- el cuarteto de los más extraordinarios poetas que ha tenido España”.
3.5. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.
3.5.1. La mística española.
Al reinado de Felipe II corresponde una de las manifestaciones literarias de mayor importancia que han conocido las letras hispanas: la literatura ascético-mística. Durante los siglos XVI y XVII, más de 3.000 libros fueron publicados sobre esta materia. La ascético-mística es, entonces, uno de los géneros más genuinos y representativos de España. Su florecimiento, sin embargo, se produce en España como un hecho tardío. La mística es un fenómeno peculiar de los siglos medios en todas las literaturas de Europa, aunque en esta época tenemos en España al catalán Raimundo Lulio y la mística musulmana. Pero es en la Edad Moderna cuando este tipo de literatura se convierte, en España, en la más perfecta y profunda del mundo. Las causas determinantes de la aparición de la ascético-mística en el siglo XVI son:
- La gran tensión religiosa existente en la España de la Contrarreforma, debido a la lucha contra el protestantismo.
- El contacto en esta época con los países germánicos, donde se habían dado las más altas figuras del misticismo medieval.
- Como vía de escape, dentro de la religiosidad ortodoxa, del fervor intimista provocado por el erasmismo, así como el creciente individualismo de la época renaciente.
El comienzo de la literatura mística coincide con la terminación de la Reconquista y después del Primer Renacimiento, cuando el alma española va a volverse hacia adentro (según el filósofo marxista Alexander Kojève, después de conquistar todos los terrenos geográficos del mundo, el hombre moderno se adentra hacia su psique espiritual, tratando de conquistarse a sí mismo). En la mística castellana se observan, por consiguiente, los siguientes rasgos:
- Carece de una efectiva tradición medieval, a excepción del contacto con la obra de Raimundo Lulio y la posible influencia semítica recibida principalmente a través de él (la influencia semítica se refiere a sus dos ramas: la árabe y la judía).
- Aparece en plena Edad Moderna y es la última de las grandes manifestaciones colectivas de la mística teológica.
- La tendencia más genuina de la mística española es de carácter ecléctico, armonizador entre tendencias extremas.
- En la literatura religiosa hispana predomina lo ascético sobre lo místico.
- La mística española es de excelente estilo literario y aspira a influir en la educación moral del pueblo.
Hay, por otra parte, cuatro períodos en la historia de la mística:
- Período de importación e iniciación, que comprende desde los orígenes medievales hasta 1500, durante el cual se traducen y difunden las obras de la mística extranjera.
- Período de asimilación (1500-1560) en el que las doctrinas importadas son por primera vez expuestas a la española por los escritores que son precursores (Hernando de Talavera, Fray Alonso de Madrid, Fray Francisco de Osuna, Fray Bernardino de Laredo, Juan de Ávila y otros).
- Período de plenitud y de intensa producción nacional (1560-1600, reinado de Felipe II). San Juan de la Cruz y Santa Teresa.
- Período de decadencia o compilación doctrinal, prolongado hasta mediados del siglo XVII, representado no por creadores originales, sino por retóricos del misticismo que se ocupan de ordenar y sistematizar la doctrina del período anterior.
Otro criterio de clasificación se atiene a la existencia de tres corrientes:
- Afectiva (el predominio de lo sentimental sobre lo intelectual), que tiene siempre presente la imitación de Cristo, del Cristo hombre como vía por donde nosotros podemos llegar a la Divinidad (franciscanos y agustinos).
- Intelectualista o escolástica, que busca el conocimiento de Dios mismo por la elaboración de una doctrina metafísica (dominicos y jesuitas).
- Ecléctica o española, representada por la mística carmelita: San Juan de la Cruz y Santa Teresa.
3.5.2. La ascética y la mística.
La palabra “mística” procede de un verbo griego que significa “cerrar”, de donde aquel vocablo vendría a tener un sentido como de “oculto” o “secreto”; así, de acuerdo con su etimología, sería la mística como una vida espiritual secreta y distinta de la ordinaria de los cristianos. En su sentido más propio debe aplicarse a las manifestaciones de la vida religiosa sometida a la acción extraordinariamente sobrenatural de la Providencia. La palabra “mística” estrictamente sólo deberá aplicarse para designar las relaciones sobrenaturales, secretas, por las cuales eleva Dios a la criatura sobre las limitaciones de su naturaleza y la hace conocer un mundo superior, al que es imposible llegar por las fuerzas naturales ni por las ordinarias de la Gracia. Misticismo es el conocimiento experimental de la presencia divina, en que el alma tiene, como una gran realidad, un sentimiento de contacto con Dios.
Pero si la mística es el punto más alto de la vida espiritual y representa un regalo extraordinario de la Gracia de Dios, el alma puede colaborar por todos los medios a su alcance para aproximarse a tal estado de perfección y hacerse digna de él. Esta variada serie de esfuerzos o ejercicios del espíritu se designa con el nombre de “ascética”, que podría definirse como la pedagogía humana que conduce hacia el misticismo. La ascética depende, pues, exclusivamente, de la voluntad y actividad humanas; deriva esta palabra del verbo griego que significa “ejercitarse”, pues se trata del período de la vida espiritual en que, por medio de ejercicios espirituales, mortificaciones y oración, logra el alma purificarse, purgarse o desprenderse del afecto a los placeres corporales y a los bienes terrenos. Por tanto, tres vías o momentos distinguen los tratadistas en el camino hacia la unión con la Divinidad:
1.- La vía purgativa, en la que el alma se libera poco a poco de sus pasiones y se purifica de sus pecados.
2.- La vía iluminativa, durante la cual el alma se ilumina con la consideración de los bienes eternos y de la pasión y redención de Cristo.
3.- Y, finalmente, vía unitiva, en la que se llega a la unión con Dios, según el modelo definido por San Juan de la Cruz como “matrimonio espiritual”.
La ascética está, pues, en el camino de la mística, y de los tres momentos dichos: los dos primeros son comunes a ambas, quedando el último reservado para la segunda. En lo que atañe a su contenido, la ascética se basa en el ejercicio racional, mientras que la mística es puramente intuitiva. No puede llegarse a la cima de la perfección espiritual sin pasar por el camino de la ascética.
3.5.3. San Juan de la Cruz.
San Juan de la Cruz eleva la poesía mística a la más intensa y sublime expresión a que ha llegado el misticismo universal. Es el último de los grandes místicos. También en él se agotan las posibilidades de la poesía religiosa. También es una de las voces líricas más puras que jamás hayan existido. Aunque escribió en prosa y en verso, fue su obra poética la que más elogios recibió. Una vez escritos sus tres poemas mayores (Noche oscura del alma, Llama de amor viva, y el Cántico espiritual), San Juan redactó unos comentarios en prosa a fin de explicar el significado de sus versos acorde con la doctrina cristiana. Puesto que lo que pretendía explicar era algo tan personal y subjetivo como puede ser la experiencia mística, San Juan tuvo que recurrir a este comentario en prosa, o glosa que aclaraba el verdadero sentido del texto poético. Por ejemplo, A la Noche le dedicó dos tratados (Subida del monte Carmelo y La noche obscura del alma).
Es muy curioso el caso de San Juan de la Cruz. Él está considerado como uno de los principales poetas españoles y, paradójicamente, es autor de una obra muy escasa. Como ha señalado Jorge Guillén, “es el gran poeta más breve de la lengua española, acaso de la literatura universal”. Su obra poética comprende unas veinte composiciones, las cuales no superan en total el millar de versos. En este conjunto, los manuales de historia de la literatura suelen establecer dos grupos: poemas menores y poemas mayores.
- Poemas menores: Los poemas menores corresponden a la época de su iniciación como poeta. En ellos utiliza materiales poéticos profanos de carácter tradicional y los recrea divinizándolos. Dentro de estas primeras composiciones tenemos romances, canciones y glosas a lo divino, todas en metro corto. Los romances forman el conjunto más extenso dentro de este grupo. De contenido espiritual, muchos de ellos están directamente inspirados en la Biblia. Las canciones, en las que San Juan comienza a utilizar el endecasílabo, tienen su ejemplo más significativo en la composición El pastorcico. Las glosas desarrollan coplas de origen popular con tintes divinos, como la famosa Vivo sin vivir en mí, que también utilizó Santa Teresa.
- Poemas mayores: Noche oscura del alma, Llama de amor viva, y el Cántico espiritual.
En ellos, el poeta se centra en el proceso místico mediante el cual el alma llega a la unión con Dios. El proceso de esta unión se nos viene dado en forma alegórica.
- La Noche oscura del alma está escrita en liras garcilasianas. La Amada (el alma), embriagada de amor, abandona su casa (el cuerpo) en plena noche (el estado de oscuridad provocado por esa separacón del cuerpo y del alma) en busca de su amado (Dios). Las últimas tres estrofas describen el gozo inmenso de esta unión mística.
- El Cántico espiritual es el poema más extenso de San Juan. En él se narra alegóricamente el camino recorrido por la Esposa (alma) en busca del Esposo (Dios) en el marco incomparable de una naturaleza llena de sensualidad y simbolismo.
- En Llama de amor viva el poeta canta jubiloso y enamorado su goce supremo.
La poesía de San Juan es puramente mística. La idea de las tres vías viene de San Bernardo de Clairveux (abad francés del siglo XII), así como la utilización del Cantar de los cantares para simbolizar la vida mística, así como la peculiaridad de ver en la “Esposa” no a la Iglesia o a la Madre de Dios sino al alma humana. En San Juan coexiste el místico enamorado que escribía como en pleno rapto o arrobo, y el técnico experto que afina minuciosamente los recursos artísticos de su poesía. Su poesía se expresa en bellas metáforas, símbolos e imágenes, y usa la alegoría del matrimonio. La naturaleza se usa en toda su riqueza: montes, ríos, árboles, flores, animales, perfumes, pero siempre como elementos alegóricos. Su vocabulario es rico en sinonimias, palabras populares y rústicas, antítesis, onomatopeyas o aliteraciones.
En su poesía se unen, pues, tres corrientes de la poesía castellana:
a) la poesía popular “a lo divino”,
b) la poesía popular del romancero
c) la poesía renacentista.
El tema único de su poesía es el de la unión mística con Dios. En efecto su poesía ha sido clasificada como “poesía erótica a lo divino”. El plano humano ha sido elevado al más alto simbolismo religioso. Hay tres símbolos dominantes en su obra: la noche, el matrimonio y la llama.
- El símbolo de la noche es quizás el más creativo del orden místico por su fuerza expresiva y la variedad de ramificaciones que puede tomar. Por ejemplo, hay que distinguir entre una noche de los sentidos en que el alma va realizando una purgación primaria del mundo terrenal y sus tentaciones, y una noche del alma en que el espíritu, recién liberado de la materia se queda a “oscuras” esperando ansioso la unión mística con la Divinidad.
- El matrimonio será el símbolo que elija para hacer uso del lenguaje amoroso, único capaz de poder manifestar con sus palabras la relación amorosa entre el Alma y el Amado, por último y en plenitud desarrollada; es el Esposo y la Esposa del Cántico Espiritual.
- La llama será la consumación de ese amor y alumbrará esa noche oscura.
El uso de estos símbolos será de fundamental importancia para seguir los pasos de la famosa “vía unitiva” que encerrará en sí misma: la búsqueda, el encuentro y la unión del individuo con la Divinidad. Llama de amor viva representa la intensidad de la unión que también encontramos con menos fuerza en Cántico espiritual y en Noche oscura.
Anteriormente hemos definido la mística como una “experiencia espiritual secreta e individual”, pues bien, esto repercute directamente en la elaboración de la poesía de San Juan en tanto expresión lírica de esa experiencia secreta. El objetivo que se propuso el santo carmelita cuando escribió los poemas mayores fue exponer exclusivamente para sus compañeros de orden religiosa sus experiencias vividas en el éxtasis místico. Estas experiencias, según él mismo reconoce, son inefables; la poesía no encuentra, en realidad, las palabras adecuadas para expresar correctamente esa experiencia mística. Por eso, recurre al simbolismo erótico de larga tradición (amor cortés, cancioneros, petrarquismo, etc.) y a las explicaciones en prosa, como complemento necesario para dejar bien claro a sus compañeros de orden.
3.5.4. Santa Teresa de Jesús.
También llamada Teresa de Ávila. Teresa de Cepeda y Ahumada nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. El ambiente de piedad que respiró en su infancia se manifiesta de forma clara cuando siendo niña convenció a su hermano Rodrigo para que juntos sufrieran el martirio en tierra de infieles y ganar de forma rápida el Cielo. Estudió en el convento de las agustinas, y con 19 años ingresó en el Carmelo de la Antigua Observancia en el convento de la Encarnación de Ávila, donde progresó de forma admirable en el camino de la santidad. En 1555, después de muchos años de sufrir una grave enfermedad y someterse a ejercicios religiosos cada vez más rigurosos, experimentó un profundo despertar en el que vio a Jesús, el infierno, los ángeles y los demonios. En ocasiones sintió agudos dolores que, según sus palabras, estaban provocados por la punta de la lanza que un ángel le clavaba en el corazón. Disgustada a causa de la indisciplina de las carmelitas decidió emprender la reforma de la orden y se convirtió, con el apoyo del Papa, en una dura oponente para sus inmediatos superiores religiosos. Su gran trabajo de reforma comenzó por ella misma. Ella hizo el voto de hacer siempre lo más perfecto y se determinó guardar la regla con la mayor perfección que pudiese. Un grupo de monjas reunidas en su celda una tarde de Septiembre de 1560, inspirándose en la primitiva tradición del Carmelo y en la reforma descalza de San Pedro de Alcántara, propusieron la fundación de un monasterio de tipo eremítico. Así, el 24 de agosto de 1562, tras grandes dificultades, consiguió fundar en Ávila el convento de San José, la primera comunidad de monjas carmelitas descalzas. Nació así su primer palomarcico, como ella llamaría a sus fundaciones. En él reforzó el cumplimiento estricto de las primitivas y severas reglas de la orden; dando lugar al inicio de la reforma de la Orden del Carmen. Su doctrina se basaba en la «unión del recogimiento contemplativo y la actividad práctica». Por esto, para ella hasta entre los pucheros anda Dios. Su método clásico de oración se fundamentaba en buscar a Dios en lo más profundo del alma. Sus reformas fueron aprobadas por el director de la orden y en 1567 se le permitió fundar otros conventos similares para religiosos. De esta manera, con San Juan de la Cruz y Antonio de Jesús, fundó el primer convento de Hermanos Carmelitas Descalzos en noviembre de 1568.
A partir de ese momento, su vida transcurriría entre grandes disgustos y persecuciones a causa de sus sucesivas fundaciones de conventos por Castilla y Andalucía. Con la ayuda de San Juan de la Cruz, el místico español y doctor de la Iglesia, santa Teresa organizó una nueva rama del Carmelo. Contó también con el apoyo del padre Antonio de Heredia. Logró fundar 16 casas religiosas para mujeres y 14 para hombres; aunque siempre acosada por poderosos y hostiles funcionarios eclesiásticos, incluso llegando a ser denunciada varias veces a la Inquisición. Dos años antes de morir, las carmelitas descalzas recibieron el reconocimiento del Papa como orden monástica independiente. La muerte la sorprendió en Alba de Tormes, el 14 de octubre de 1582.
Además de una mística de extraordinaria profundidad espiritual, santa Teresa fue una organizadora muy capaz, dotada de sentido común, tacto, inteligencia, coraje y humor. Purificó la vida religiosa española de principios del siglo XVI y contribuyó a fortalecer las reformas de la Iglesia católica desde dentro, en un periodo en que el protestantismo se extendía por toda Europa. Canonizada en 1622, fue la primera mujer proclamada doctora de la Iglesia, en 1970. Su festividad se celebra el 15 de octubre.
Obras.
Todos sus escritos, publicados después de su muerte, están considerados como una contribución única a la literatura mística y devocional y constituyen una obra maestra de la prosa española. Los críticos suelen dividir su obra, atendiendo a su temática, en:
- Obras autobiográficas como el Libro de su Vida, Libro de las Fundaciones y Libro de las Relaciones.
- Obras doctrinales como Camino de perfección (1583), Castillo interior (1577), volumen más conocido por el título Las Moradas y Los conceptos de amor de Dios (1573-1582).
- Además se conservan unas 400 cartas y numerosos poemas que conforman un todo armonioso.
El Libro de su Vida (1561-1565) es una obra donde abunda la sinceridad y la frescura. Nos ofrece datos personales e íntimos, donde observa los elementos que componen una vida espiritual: purgación, iluminación y unión mística. Además realiza un análisis profundo del camino ascético-místico. Como complemento del Libro de la Vida se considera al Libro de las Relaciones.
En el Libro de las Fundaciones nos narra todas las aventuras en su largo camino de fundaciones Así podemos apreciar el gran espíritu de lucha, la enorme capacidad organizativa y emprendedora, la prudencia y su habilidad para relacionarse con toda clase de personas desde el rey Felipe II, hasta los más humildes mesoneros o arrieros.
Camino de Perfección es un tratado de ascética dirigido a las monjas de sus monasterios, es una especie de manual para ellas, porque es consciente de las más profundas motivaciones del alma femenina.
El Libro de las Moradas o Castillo Interior es la obra cumbre de Santa Teresa y una de las grandes de la Mística Española. En esta obra, donde predomina la alegoría, se compara el alma con un castillo todo de diamante, que se compone de muchas Moradas, «unas en lo alto, otras en lo bajo y otras a los lados; y en el centro o mitad de todas éstas tiene la más principal, que es donde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma». Las tres moradas primeras se corresponden con la primera etapa de la vida espiritual, la vía purgativa; las tres siguientes se corresponden con la vía iluminativa; la séptima y última morada con la vía unitiva.
Los Conceptos de amor de Dios contienen un comentario original acerca del Cantar de los cantares.
La poesía de Santa Teresa representa el momento popular, pedagógico y comunitario de la mística española. El suyo es un lirismo que arranca de versos y cantos profanos que traducidos a clave religiosa se convierten en expresión de un amor trascendente. Dámaso Alonso, con acierto, define su labor poética como una actividad divinizadora. La inquietud reformadora hace uso del verso, para enfervorizar a las monjas carmelitas, tras haberle servido a ella misma como canal de desahogo de su propia experiencia emocional.
Su producción lírica, sin embargo, es escasa; se limita a unas treinta composiciones, algunas de las cuales son de discutible atribución. El molde elegido es casi siempre el octosílabo de los cancioneros, preferentemente en su versión de glosa o villancico. Esto último imprime los rasgos de verbalismo, juego conceptual y cierto amaneramiento retórico propio de las poesías profanas que le sirvieron de base de inspiración. Por otra parte, resulta innegable que la calidad estética de la poesía de Santa Teresa –máxime si la comparamos con la de San Juan de la Cruz– es muy inferior a la de sus escritos biográficos o teológicos.
De sus poemas el más conocido es la glosa de la copla tradicional Vivo sin vivir en mí, composición a lo divino en que sólo pertenece a la santa el comentario, y que fue también utilizada por San Juan de la Cruz. También pueden destacarse las quintillas, ¡Oh hermosura que excedéis...! en que la poesía cancioneril queda superada por un arrebatador impulso hacia la trascendencia. También están los villancicos de abolengo popular Este niño viene llorando y vertiendo está sangre, que recuerdan por su inspiración y simplicidad otros de tono parecido de Lope de Vega.
Por lo demás, la poesía teresiana oscila entre la expresión de los sentimientos estrictamente místicos y el impulso ascético y devocional. Ello explicaría el predominio del registro alegórico-didáctico sobre el puro simbolismo. Su instrumento es el lenguaje imaginativo, mejor que el puramente conceptual. En su lucha por la expresión poética hay un esfuerzo por declarar fielmente sus vivencias místicas sólo equiparable al anhelo por mover eficazmente los espíritus. En definitiva, su obra lírica, como el resto de sus escritos, no se caracteriza tanto por la tópica facilidad que muchos le atribuyen, cuanto por un esfuerzo sobrehumano y conmovedor por encontrar el verbo preciso que explique la verdad de su extraordinaria experiencia espiritual.

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